Abrigados por el calor de la cama, condenados contentos a los abrazos y a los pies enredados, mientras el horario se extravió nuevamente en un tic tac silencioso.
(...) Enamorados, dementes e ilusos siguiendo un latir inconstante, ya no prohibido, ya no escondidos; ahora visible ante el tiempo, ante las paredes, marcando las rutas que nos separa de ciudad a ciudad, de corazón a corazón porque ya no existen fronteras entre los dos.
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