viernes, 16 de abril de 2010

como un pensamiento, es lo real completo.


Caminaba sola por los pasadizos de aquella morada que territorialmente estaba ahí pero ella no estaba en ninguna parte. Pisaba un suelo fijo, firme, pero sin embargo ella no estaba ahí, su sentido viajaba varios kilómetros de ahí.
No sabía bien a donde llegaría a parar su mente, solo imaginaba. Divagaba entre ciudades inventadas casi como tal barco que al vislumbrar un poco de tierra firme entre tanto mar empieza a crear el mundo a alcanzar, a conquistar. Pero ella no era así, no pensaba conquistar nada, no quería que más gente la quiera. Y tampoco es que sea una persona fácil de amar, una profesional del amor,  sin embargo, todos aquellos que la estimaban decían que tenía un toque especial. Claro que ella nunca se lo creyó. Es más, lo creía, pero ese “toque especial” solo era la lástima que provocaba en los corazones deseosos de ayudar, de sentirse útiles una vez más, de ahondar en otra vida y salvarla del subterráneo.
Yo creo que eso era solo un relleno para lo que ellos querían. Ellos buscaban cariño, como todos; comprensión, sentirse amados, extrañados, y adorados, hasta a veces no buscaban nada, solo entregaban todo de sí por el otro para sanar heridas profundas del alma que por poco ya no existe.
Los atajos de la vida no la llevaron a ningún lado. La dosis en exceso de píldoras no sirvió de nada más que una preocupación más del hogar y de la gente que la rodeaba.
Hoy estuvo a punto de morir, por poco más y muere atropellada. Una muerte denigrante, sin sentido de ser, sin una pisca de pausa, sin nada, sin dar paso para pensar, para entender, para olvidar y perdonar al corazón. Claro que no vio su vida pasar en un minuto, eso está sabido; sólo sintió un leve cosquilleo en la boca del estómago. Una puntada en la pierna, después del pequeño golpe y nada más.
Pensar que en ese momento, en ese mínimo instante deseó no morir. Pensar que en una tarde de cielo gris, de frío, de las olas chocando entre rocas, y de otras que provocan el vaivén de las embarcaciones que son lucidas como joyas de la humanidad; no pasó velozmente la idea de cerrar los ojos por siempre.
Pensar que en ese momento ella pudo tirarse al mar y no lo hizo, porque es evidente, era un show estupendo para toda la gente que estaba ahí, y por supuesto, ella hubiese quedado como enferma mental. Para qué recalcarlo aún más – pensó ella -. Y posteriormente se viene la Clínica psiquiátrica, si es que no viene antes Urgencia en el hospital más cercano.
Ella venía mal hace días. Con las lágrimas aguantadas en los ojos, con el dolor punzando el corazón, con el amor guardado en una cajita para que no se mezcle con maldad; con el pasado recorriendo los laberintos que creó para que le cueste llegar hacia su esencia mortal, pero con una que otra escalera a ver si logra llegar un poquito antes de lo inconscientemente esperado. Contradictorio diría yo, pero es ella. Ella es la contradicción de lo más probable, de lo más incierto y de lo que ya sabemos. Ella es un paraíso contaminado de basuras, de desechos que la gente ha destrozado y donado por compasión al verla tan vulnerable y casi mendigando por un poco de amor, de nostalgia y melancolías hacia su persona.
Los sinvergüenzas han abusado de ella, de su cercanía con la frase “buena voluntad”, han abusado de su amistad, de su amor y de sus vicios sin perdón.
Ella creé muchas cosas y nada es cierto. Escucha la distorsión en cada palabra. Ojala fuera como las cámaras que pueden manejar las distorsiones de los movimientos, y ponerle OFF, al menos por un segundo para ver la diferencia. El antes y el después.
Yo creo que puede ser distorsión pero no la entiendo, habla incoherencias, llora por las noches, ya casi empieza de nuevo con los llantos en la soledad interior de cualquier lugar, ya casi vacía ese vaso que siempre ve y nota lo mucho que le falta por llenar.
Ella cree que las cenizas de algún día volverán a darle la forma a ese cigarro consumido aquel día de otoño perdido entre hojas, entre el viento invernal, y las gotitas que tocaban ligeramente el rostro que pocos se atreven a acariciar y que no cualquiera puede lograr.
Ella ya no es la que yo conocí, no es la locura adolescente ni la risueña jovencita. No forma parte del presente porque todavía vive con un pie en la espera del pasado. Ni forma parte del descontrol juvenil.

Parece que ella cada vez se parece más a mí. Pero más, aún más parece que ella ya soy yo.

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nadie le escapa al tiempo.

nadie le escapa al tiempo.
si al final sólo trasciende lo que sos.