viernes, 26 de febrero de 2010

no me interesa si a ti te interesa (:

Y me parece tan raro cuando la gente se siente sola, sabiendo que a una cuadra más arriba vive una de las personas que más quiero en la vida, y más arriba vive otra persona.
En realidad no sé si es flojera o qué, pero las personas tienden a dejar hundir, a no buscar las soluciones, ni las más simples, de la vida. Se encarga de respirar como sea que haya sido hace un segundo atrás, sin cambiar el ritmo ni nada, y si se desea cambiar solo se logra empeorar.
La verdad es que la gente no está mal, sino que imaginan demasiadas cosas, las personas estan todas bien, las circunstancias envenenan el alma y te la azotan contra un pared con clavos. Al final terminas destrozada pero no es nada comparado con otro dolor.
No hay como el dolor físico para calmar el dolor interior, para hacer ese intercambio especial y casi incoloro que ni se nota en el espacio.
Es más fácil autodañarse que autosanarse. Y la mayoría de las personas busca el camino más simple de la vida.
De la teroría no vamos ni a la práctica.
Podemos saber un montón de cosas, aconsejamos al resto y luego somos nosotrxs mismos los que somos aconsejadxs por esas mismas personas.
Y es asi, uno no le hace caso a nada, a nadie y termina asi, mal, aunque todo sea momentáneo.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Siempre te vas y aunque no quieras, dejas la puerta abierta. Como si detrás de ti quedara una inmensa cola de algo que nunca se va.
Detrás de cada punto final siempre me espera una llave de entrada a ese capítulo con anhelos de ser cerrada.
Pienso que será la última vez, una de las pocas palabras que me queda impregnada en algún lugar escondido de mi mente con un alzheimer total.
Aquel punto final que da por terminar una expresión desinflada de mi corazón, una gota de aquella copa que no alcanzó a entrar y que queda marcada en el mantel del mesón.
Como todo aquello que se va algún día tiene que volver. Y esta vez volvió sin un pájaro mensajero que me avisara. 

Nadie me dijo que me pusiera el chaleco salvavidas antes de tirarme al mar, o el paracaídas antes de lanzarme con los ojos vendados a la soledad.
El viento me rozaba y, sin embargo, parecía que me azotara contra esos detalles que dejé atrás; espinosos, dolorosos y con aquella sangre seca que se desprendía de mi con el contacto bruto y agresivo de la oscuridad deliciosa.
El futuro envuelto en una neblina indestructible me tiene acorralada. Mi hogar me ahoga en esa letanía familiar que todos están acostumbrados a escuchar.

Y entonces es así como mi mente no puede parar de pensar.
El cigarro espera la tempestad y el dinero para la nueva cajetilla en mi bolsillo se debe quedar.

jueves, 4 de febrero de 2010



Aún no despertaba pero llevaba horas con los ojos abiertos, horas. Caminaba, se vestía y seguía dormida.  
Horriblemente seguía la inercia de todos los días.

Su mano seguía un movimiento casi automático cuando tenía que ingerir un bocado. Era solo ver la tv y comer, ver a la gente que estaba a su alrededor, ver la tele y comer. Así siempre fue todo.
Luego la ducha. Ni aunque el agua pareciera lo suficientemente cálida la despertaba. A ratos la invadía unas ganas de cambiar el clima del termostato del calefon y dejar que el frío del agua recorriera cada extremidad de su cuerpo. Cada maldita extremidad que no deja de sobrar en su cuerpo.
Y ahí estaba ella. La de todos los días. Esa que no sabe qué hacer en su imperioso tiempo libre. Esa que se fuma un par de cigarros y encuentra que todavía tiene ganas de fumar. Esa que se esconde cuando alguien viene.
Entre las recónditas tardes de su letanía de siempre, recuerda un poco de lo que antes fue. Le gusta recordar. Le gustar enternecerse con palabras, con aquellas frases que tocan la campanita que guarda en su oculto corazón oscuro, acelerado e impaciente.
Trata de recordar aquellos vocablos que antes la llevaban a una de las más grandes expresiones de su vida, pero no las localiza. Algo se ha extraviado de ella. Algo que cuesta redimirlo y que, sin embargo, se postra cada vez más en cuya arena movediza de su presente que se encarga de tragar todo aquello que toque su entorno.

martes, 2 de febrero de 2010

El parque de los recuerdos.



Camino sin retroceder. Ya creo que si lo hago no es que me toque retroceder dos pasos o tres. Simplemente piso precisamente en la huella que alguien había dejado perdida entre tinieblas y polvo de las calles de antaño.
A las 13:45 comienza la rutina.
El cigarrillo antes de almorzar, la locura, los delirios. El respiro de un adiós sumergido en el aire, en el humo al expulsarse de la boca. El viento que se lleva todo, que se alcanza a llevar muchas cosas, pero claro, a mi no me puede.
La poza que espera en la superficie para ser el arma letal de aquel cigarro.
Tan natural, tan vital, tan barata y tan mortal.
Aquel agua que es una de las armas letales para un cigarrillo, que se despide con el frágil sonido de un "tss" y ya no hay más.
Se deja caer entre los dedos, como la arena de playa que logra escabullirse. Pero el no, él cigarro cae para ser desechado.
No hay fuego que arda en él, no hay calor, no hay nada.
Solo lo que queda, que es un filtro más gastado de tantos otros que han sido apagados. Siendo parte del cementerio de colillas. El cementerio de recuerdos y la misma reencarnación de ellos.
El cementerio de dolores, de celebraciones más tristes y más felices.
El parque de los recuerdos.

nadie le escapa al tiempo.

nadie le escapa al tiempo.
si al final sólo trasciende lo que sos.