Viviría viajando, viendo las rutas, las señales de tránsito pasar a su precisa velocidad, a veces rápido, impidiendo dejarme ver las líneas en el cemento, a veces más lento detallando lo verde de las montañas. Sintiendo el sol alumbrarme a ratos la cara, a veces al de al lado y así, siendo un pasajero más de este viaje. Mientras la música suena fuerte, sin importar si alguien cercano no la quiere oír, en compañía de galletas y jugos, y mientras anochece un café tal vez y los ojos bien abiertos, a veces para ver y otras para ya no ver más. Notando el preciso instante de la tarde-noche; cuando el cielo se torna de miles de colores. Las montañas se marcan por un amarillo reluciente, y más arriba el cielo se torna azul.
Empieza a oscurecer aún más y lo único que se ve es la punta de los árboles, sus hojas y sus ramas libres, siguiendo el vaivén del viento, danzando con el cielo, mostrando su felicidad y su tristeza a la vez.
Luego oscurece, ya no hay luz real. Se ven las ciudades con su luz artificial provocando rayos fotográficos que pintan la imagen, la visión, el corazón.
Viviría viajando a una cierta velocidad por la ruta que sea, con el destino que sea, incierto o no tanto, viviría en paradas inexistentes y luego seguiría viajando entre ruedas o con mis propios pies pero siempre intentando ir lejos de donde estoy.

sábado, 19 de marzo de 2011
lunes, 7 de marzo de 2011
De lejos y de cerca.
viernes, 4 de marzo de 2011
dejar de odiar en voz baja.
El corazón siempre termina por transformarse en una pasa, amarga y de un sabor que ya no apeteces.
La costumbre está jugando una mala pasada de nuevo, y las melodías no van ni al revés ni por el derecho sonando bien.
Los días podrían pasar así y nada podría cambiar en ti ni en nadie.
Y lo único que importa aquí parece que es callar o hablar muy fuerte, cosa que pareciese gritar.
Que las palabras salgan como un vómito descontrolado y asqueroso que nadie quisiera ver.
Y es que te han dicho que hables, que pares de callar tus sentimientos, tus lágrimas y todo lo que guardas en cualquier parte de tu tedioso corazón raspado, pero no sabes por qué nada sale cuando debe salir.
Y el silencio se camufla con sonrisas y disparates de una pistolera sin balas, que no mata a nadie, pero todos la terminarán por matar a ella.
Y ella no soy yo. No quiero serlo y no.
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nadie le escapa al tiempo.

si al final sólo trasciende lo que sos.