martes, 2 de febrero de 2010

El parque de los recuerdos.



Camino sin retroceder. Ya creo que si lo hago no es que me toque retroceder dos pasos o tres. Simplemente piso precisamente en la huella que alguien había dejado perdida entre tinieblas y polvo de las calles de antaño.
A las 13:45 comienza la rutina.
El cigarrillo antes de almorzar, la locura, los delirios. El respiro de un adiós sumergido en el aire, en el humo al expulsarse de la boca. El viento que se lleva todo, que se alcanza a llevar muchas cosas, pero claro, a mi no me puede.
La poza que espera en la superficie para ser el arma letal de aquel cigarro.
Tan natural, tan vital, tan barata y tan mortal.
Aquel agua que es una de las armas letales para un cigarrillo, que se despide con el frágil sonido de un "tss" y ya no hay más.
Se deja caer entre los dedos, como la arena de playa que logra escabullirse. Pero el no, él cigarro cae para ser desechado.
No hay fuego que arda en él, no hay calor, no hay nada.
Solo lo que queda, que es un filtro más gastado de tantos otros que han sido apagados. Siendo parte del cementerio de colillas. El cementerio de recuerdos y la misma reencarnación de ellos.
El cementerio de dolores, de celebraciones más tristes y más felices.
El parque de los recuerdos.

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nadie le escapa al tiempo.

nadie le escapa al tiempo.
si al final sólo trasciende lo que sos.