Puedo avanzar mil pasos que me parezcan normales, pero se retuercen entre si mismos. Casi pareciera que siguen un ritmo algo quebradizo.
Miedo al andar.
Ese miedo que se ha encargado de bloquearme los pensamientos y hasta mis dedos teclines, que eran como pequeños saltamontes que se escabullían entre la multitud-. Se asemejan un poco a un ente opresor, algo que no puedo ver, que me reprime los movimientos y me vuelve un ser tiritón con latidos ascendentes a un paro cardíaco.
Ojalá los dedos maquina de escribir vuelvan, y que los pensamientos no tomen el equipaje nuevamente, mira que el pasaje de esta vez, por suerte, salió un poco más barato que la otra vez.
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